The FaKT8ry: MARKETING STUDIUM. "Antes de estar, los seres y las cosas tuvieron que ser imaginados. Los soñamos primero y después hubo un instante en el que aparecieron como algo real. ¡Eso es la MAGIA! Crear de la nada: como cuando sacas a un conejo blanco de un sombrero. Se trata aquí específicamente de lo virtual, el ámbito entre la imaginación y la realidad. El momento justo en el que las imágenes desbordan el escenario inicial de la mente y penetran en el espacio físico. ¿Pero cómo presentar a los demás y hacerles ver lo que aún no existe? Los seres humanos poseemos un conjunto de poderes casi instintivos para otorgarle forma y presencia a lo que no está. Además de capturar lo que ya está dado en el mundo, sabemos reproducir también lo que imaginamos… ¡Fabricamos imágenes! Esta ha sido nuestra especialidad, la manera singularísima en la que como especie nos hemos situado delante del espejo. Desde tiempos inmemorables nos valemos de diferentes medios para materializar aquello que ideamos, tenemos un conocimiento genuino y muy antiguo de lo virtual. El relato comienza cuando el hombre paleolítico decide pintar por primera vez en el interior de las cuevas. Las pinturas rupestres de Altamira y Lascanaux atestiguan orgullosas el suceso. El nacimiento del arte se da como consecuencia de la evolución de la mente, con el surgimiento de la conciencia simbólica y la irrupción del lenguaje. Los cromañones, a diferencia de los neandertales, poseían una estructura neurológica más avanzada que les permitía experimentar éxtasis en los que creaban intensas imágenes mentales que luego tuvieron la necesidad de fijar. El chamán que lograba acceder a otras dimensiones debía transmutar después su alucinación en metáforas si quería transmitir su experiencia a los otros miembros de la tribu. Haciendo visible lo invisible, el chamán se convirtió en el primer prestidigitador, el arquetipo del artista originario. No cuesta nada imaginar que todo venga del repertorio de técnicas y dispositivos performáticos que usaba para moldear nuestra percepción mientras realizaba milagros y sortilegios. Una serie de ingeniosos trucos y astucias embaucadoras fueron empleadas por estos personajes para la ejecución de la trampa sagrada, el montaje de un vano simulacro que después era presentado como algo sobrenatural. Los futuros hierofantes, brujos, augures y sacerdotes, recurrieron a este mismo tipo de prácticas ubicadas entre el engaño y la fantasía para manifestar lo sagrado. Sus mecanismos constituirán asimismo el patrimonio técnico de la magia ilusionista cuando ésta se desacralice y adopte una formulación artística a partir del Renacimiento. El chamán se vuelve un tahúr revistiéndose como un nuevo profesional de la escena que encontraría su lugar en ambientes cortesanos, ferias, teatros y sesiones privadas al interior de mansiones aristocráticas. Su aspecto no debió ser distinto al representado en las cartas de tarot por el bufón o el mago, el jugador de mosqueta, trile o cubiletes. El maese coral del medievo. Incluso al del diablo, emblema también del juglar, un hábil escamoteador capaz de manipular a su antojo el ánimo, las pasiones y los deseos de sus fieles. Utilizando los métodos de la antigua teúrgia y siendo renovada de forma incesante con las nuevas tecnologías y los avances científicos que iba encontrando, la magia escénica se consolida como un gran espectáculo a partir del cual se desarrollará lo que conocemos actualmente como la industria del entretenimiento. Gracias al control de las fuerzas de la electricidad y el magnetismo, desafiando incluso a la gravedad, el hombre consigue así amalgamar su milenaria experiencia conjugando en un solo lenguaje a la religión, el arte y la ciencia. Hace alquimia. La incorporación de los aparatos de proyección detona la dramaturgia tradicional hasta sus últimas consecuencias. Se descubrirían potencialidades insospechadas. Se posibilita entonces una compleja puesta en escena que permitiría mostrar soberbias simulaciones que brindan la sensación de haber alcanzado lo imposible. La potencia de semejante artificio es enorme. Tremenda. Su capacidad de atracción obtiene un carácter alucinatorio. La teatralidad de sus magistrales demostraciones les impide a muchos notar su artificialidad, muy pocos logran evidenciarlo. A partir de aquí el público quedaría atrapado de manera paradójica entre el asombro y el escepticismo. ¿Mistificación, locura o una simple superchería? No importa. Sus ojos ven lo que no puede creer. La expectación se convierte muy pronto en fascinación. La audiencia se quedó estupefacta, sin palabras, contemplando como la carga espectral de su psique cobraba vida en una sesión de fantasmagoría. Para sorpresa de todos, sus deseos se estaban haciendo realidad. Dejarla en la “nada”, fue sin duda un logro del “todo”. La historia de los productores simbólicos ha sido una aventura en colectivo, el crisol de múltiples componentes que existían previamente por separado, muchos de ellos, fruto de contribuciones anónimas. Resulta difícil dar crédito a una visión evolutiva en un único sentido. Podemos considerar a la cámara oscura, la catóptrica, los juguetes ópticos y a la linterna mágica, como lugares de paso de un recorrido rizomático durante el cual hemos intentado visualizar al espacio situado entre la ficción y la realidad. Uno que parece estar destinado a culminar en la total inmersión en el ciberespacio. Ni la fotografía ni el cine constituyeron el último estadio de la representación. Igual que Alicia, estamos a punto de atravesar la pantalla. Hoy en día, sobrepasando un nuevo siglo, nuestra experiencia sensorial se ha volcado de lleno en el mundo virtual. Más ahora que nunca. El mundo en el que habitamos funciona ya como cualquier juego de magia. Tal cual. Las imágenes acaban siempre sustituyendo a la realidad. El poder de este arte es inmediato, irrefutable e inmenso, puede cambiarlo todo. Va en aumento. Su poética configura nuestras conciencias alterando las formas de ver, sentir y pensar. Determina la historia de la civilización con tan solo moldear la imaginería popular. Por eso Platón decía que todos los que sabían componer imágenes debían ser considerados magos. Déjame decirte que no estaba equivocado. Aunque no se encuentra presente físicamente, es la pieza más importante en el tablero de ajedrez. Desde atrás, el mago pone en movimiento a todas las demás."